Al salir a nada, olvidó
cerrar su balcón. Mañana hará tres días.
De anteayer, cuando quedó sin regresar,
no sé mayor cosa.
De hoy, fecha de enterrarlo,
un poco:
– que su calle está desierta en la noche,
que brillan pocas luces (mesuradas
y hasta) angélicas sobre las banquetas
– aunque no hicieron eco, a las diez, mis pasos yéndose
después de música y –por qué no– de hablar:
eso era el siglo último.
– En el balcón (sin cerrar)
la cortina palpita, sube, se hincha hasta el desgarro;
después en un alto alarido exterior y blanco y mudo
fustigando la sombra
– como entre un vendaval
–que no existe (para nosotros, digo). Muy lo contrario:
desde la acera, el aire está en calma y cálido ahora mismo
y esa tela que azota enloquecida
ahí, en un primer piso negro, abierto,
no nos atañe;
– ni deberíamos fijarnos,
pues es incomprensible.
No responde al viento, pues viento no sopla.
Nada la sacude. Nadie hay en la casa.
Gerardo Deniz (1934-20149)
Grosso modo
Fondo de Cultura Económica, México, 1988