¡Si fuera hoja…
qué más diera!
– ¡Si mi carne comida
por los años
obligada a hincarse ante el rey Cronos,
que fuera hoja!
– ¡Que fuera eso!
Éste el otoño doliente:
la hora del temor.
A las hojas les castañetean los dientes.
– Ya nada habla como tú, clara rama,
madre de las flores, de las hojas verdes.
Ya nadie conoce tu secreto.
Te has llevado contigo
a otra latitud, a otro planeta,
la verdad de tu savia.
Ya nada ama nada,
todo seco, todo yerto.
– Aplauden como idiotas las hojas infelices.
– Todo es muerte.
Cascarones vacíos, las hojas.
¿Son los fantasmas que se agarran con sus dientes a la vida?
¿Mi cuerpo un mero cascarón más –y que no se agarra–?
Ése es el otoño:
Del invierno saldrá otro invierno,
a la noche la engendrará otra noche.
– Éste es el otoño:
Un invierno.
Los nuevos jenízaros son analfabetos.
El otoño es el oro corrupto.
Las ramas peladas.
La vigilia sin fin del insomne.
Éste es el otoño: Nada amanece.
Los dedos son huesos
buscando anos para vestirse.
Lo demás no es ya más.
El otoño ha encerrado en su ano mayor al mundo.
Otoño,
oro podrido.
Ramas peladas.
Vigilia eterna el insomne.
Brooklyn, otoño de 2006
(cuando las puntas de las hojas de
este otoño apuntan a Irak, reza…)
Carmen Boullosa (1954)
Corro a mirarme en ti
Conaculta, México, 2012